Tras los primeros trabajos de clase, replanteé el tema a
desarrollar durante el curso, y decidí centrarme en realizar retratos
familiares. Esta idea surgió de la unión de mi urgencia a la hora de elegir
bocetos a la hora de comenzar un nuevo proyecto, y la necesidad de aportar un
significado conceptual, más allá de lo estético, a las obras.
Los retratos familiares, no necesitan mucho más
planteamiento en boceto que el de la composición y expresión de la figura, ya
que al ser retratos de mi familia, están fácilmente localizados.
Pero además, un retrato transmite algo más que una imagen, o
una figuración estética y representativa; un retrato necesita y debe transmitir
el transfondo de la persona y que nos lo haga ver más allá de la pintura.
Desde Da Vinci, y su enigmática
Mona Lisa, pasando por los innumerables retratos de Rembrandt, los indescriptibles
Van Goghs, las sufridas Fridas, imposible Picassos, o los carnales retratos de
Lucian Freud, el retrato nos lleva más allá de la piel y la tela, haciéndonos
asomar al interior del reprensado y del que lo representa, buscando, más allá
del físico, aquello que nos intentan decir.
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